De un lugar de la Mancha, de cuyo nombre sí puedo acordarme, llegó esta mañana al colegio Rajoletes un hidalgo de los de lanza en astillero, armado de palabras, libros y relatos de aventuras. Roberto Aliaga ha compartido con los alumnos de 5º y 6º sus desvelos en pos de una historia que valga la pena ser contada.
Nos contó una de las aventuras más peligrosas y arriesgadas, la del oficio de escritor. El contador de historias, asaltado por payasos de sonrisa siniestra en noches deslunadas, por palabras de filo acerado en el tránsito de la vigilia al sueño, por personajes que se te cuelan en la ducha al menor descuido, debe buscar la palabra precisa, el tono adecuado, el orden cabal que meta en vereda a todos esos salteadores de mentes bulliciosas.
Y nos dio también la receta para condimentar una buena historia. A saber: un libro se escribe como se cocina el potaje de la abuela. Se maceran las oraciones en el magín del autor durante días, tal vez semanas, se cuece la historia a fuego lento, se paladea en voz alta, se añade una pizca de adverbios, se sazona con adjetivos, se remueven lentamente las comas hasta que todo queda listo para servir y alimentar quimeras.
La coma, esa puerta giratoria del pensamiento. (Julio Cortázar).
Bibliografía seleccionada
Entresombras (Alesombres, versió en català), colección de 4 libros que han leído nuestros alumnos.
El príncipe de los enredos, premio Lazarillo 2008. El autor nos ha leído este relato de resonancias inquietantes.
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