Aquí tenemos algunos testimonios autorizados sobre las razones por las que nos oponemos a la LOMCE. La intervención de Mª Ángeles Llorente es larga, pero muy clarificadora. No podemos despachar un tema como este en unos minutos, merece dedicarle un poco de nuestro tiempo.
- El ejercicio de la democracia exige debate y capacidad de decisión. A partir de ahora el claustro y el consejo escolar tienen carácter consultivo, mientras que la figura del director sale reforzada. Si su continuidad depende del plácet administrativo, ya se pueden imaginar donde irán a parar las propuestas alternativas, aun cuando hubiesen sido ampliamente asumidas. Por lo tanto, esta ley supone un retroceso en el desarrollo de la democracia y en la potenciación de la ciudadanía.
- La ley no pretende crear ciudadanos críticos y responsables, sino emprendedores y mano de obra disponible para el mercado. No se buscan personas que piensen, discutan, dialoguen. O si acaso, que lo hagan en función de criterios de mercado: que trabajen las matemáticas financieras, la historia de grandes personajes, la geografía del PIB, la publicidad, técnicas de ventas... Por eso se marginan las humanidades, el derecho, la historia de los perdedores, la geografía del IDH o se persiguen los enfoques críticos, como el reciente caso en nuestras tierras en el que algunos profesores fueron apercibidos por desarrollar una unidad didáctica sobre la represión en el franquismo.
- Sorprendentemente, no se sonrojan cuando consagran la religión católica como una materia con validez académica e imponen a los no católicos o aconfesionales una asignatura, igualmente evaluable, de contenido incierto. La religión debiera quedar restringida al ámbito privado. Un Estado no confesional no puede tener la religión como una área del curriculum. Cuando contamos esta situación a nuestros colegas de otros países pasan del asombro a la incredulidad. Es tan de cajón que da hasta vergüenza tener que repetirlo.
- La evaluación que llevamos a cabo actualmente en los centros tiene como objeto controlar el proceso de aprendizaje y, en función de los resultados, corregir las deficiencias que puedan detectarse. La ley introduce un sistema de reválidas orientado a la segregación de los alumnos, de tal manera que el acceso a la enseñanza superior quede restringido a los alumnos "excelentes". Se nos dice que el sistema educativo español es un fracaso y eso es falso, como lo demuestra el hecho de que nuestros médicos, enfermeros, arquitectos, sean altamente valorados en otros países. Lo que quieren es una universidad para los que puedan pagarla, esto es, para ellos, los ricos, fortaleciendo así el sistema social imperante y acabando con cualquier atisbo de posibilidad de ascenso social.
- El ataque contra el sistema educativo catalán es ridículo. Las pruebas que controlan los conocimientos de los alumnos en distintas disciplinas demuestran que los alumnos catalanes obtienen resultados homologables a los de sus colegas del resto de autonomías, cuando no algo por encima de la media, incluido el castellano. El mandato legislativo es que los alumnos aprendan las dos lenguas oficiales. Déjennos a los profesionales decidir cuál es el mejor procedimiento para conseguir ese objetivo. La verdad inconfensada es que les importa una higa el conocimiento y el desarrollo del catalán. Mejor dicho, desearían volver a la España Una, Grande y Libre.
- En fin, el desprestigio de la escuela pública está siendo tenazmente buscado mediante los recortes en los recursos y a través de campañas de descrédito en las tertulias y en los medios de comunicación afines. Se trata, ni más ni menos, de concentrar en la escuela privada-concertada a los alumnos de "valía" y a los hijos de papá. La escuela pública quedará así reducida a un carácter meramente asistencial y a un "ghetto" para alumnos problemáticos. No es una ficción. En nuestra escuela hemos recibido alumnos "invitados" por sus escuelas concertadas de origen a venirse a la pública porque aquí encontrarían mejor acomodo. No es casualidad que sea la escuela pública la que concentre al profesorado de pedagogía terapéutica, aulas específicas, programas de compensatoria, PAEs, PASEs, EXITs, PCPIs... Y estamos encantados de tener con nosotros a estos alumnos, porque a su lado aprendemos lo que es la solidaridad, la convivencia, tomamos conciencia de lo dura que resulta la vida para tantas personas y nos volvemos más humildes, más personas.
Por todo esto y por mucho más (el curriculum, por ejemplo, del que hablaremos en otra ocasión, porque esta ley tiene a partir de su aprobación un largo recorrido en forma de nuevos decretos curriculares) nos oponemos a la ley Wert.
No puede haber justicia social cuando el punto de partida de unos es diametralmente opuesto al de otros. O sea que una de Dios, uy perdón ya estoy somatizando la wert/ley, una de dos, o les importa un carajo la justicia social, o les importa Dios, uy, perdón otra vez, quería decir dos. Que se pare esto, que yo me bajo.
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